… el molino en su primera formación se compuso de cuatro piedras de moler y diferentes viviendas ya arruinadas, y que según su estado tendría un valor de venta de 60.530 reales vellón y que permanecía mucho tiempo sin arrendarse por no haber quién lo quisiera, pues se encontraban acolmatados de lodo y fangos los caños y la caldera, destruida la casa y arruinado el macho y paredes del hueco del molino, pasándose el agua de una a otra parte por los claros de la cantería, yéndose sin poderla contener aún estando cerrada la compuerta; por lo cual nadie quería tomarlo en arrendamiento, y que el último se efectuó en 48 pesos anuales que se consumieron en las reparaciones, recelándose que a dicho molino pudiese sucederle la misma suerte de su total destrucción que habían experimentado, por las propias causas, otros molinos que se encontraban construidos en su inmediaciones". Informe de los peritos en el año 1772 sobre el estado del molino de San José, antes de su venta a D. José Dañino, quien procedió a su reparación y ampliación, aumentado a ocho el número de piedras molturadoras. |
El molino de San José fue conocido también como molino Grande, de Dañino, de Chavez o molino Moro. Aparece en el mapa de fray Gerónimo de la Concepción fechado en 1690 como molino Grande. Aunque no se sabe la fecha exacta de su construcción, se tienen datos que a finales del siglo XVI perteneció al capitán don Bartolomé de Villavicencio, regidor que fue de la ciudad de Cádiz y de su esposa doña Beatriz Estupiñán.
Pascual Madoz en su Diccionario Geográfico (1846) cuando describe el camino del arrecife de Cádiz a San Fernando dice: “El segundo trozo, que forma con el primero un ángulo de más de 100º, sigue desde Torre-gorda hasta la entrada de San Fernando, en la dirección casi de O á E.: a su izq. se hallan dos molinos harineros, llamados Santibáñez y San José, y 4 salinas, una de ellas destruida; y á su derecha el ventorrillo de Isabel, una salina, el molino harinero de San Miguel y la batería de artillería de Marina.”
Dentro del recinto se pueden ver en el suelo una serie de aberturas. Son los "escotillones".
Se llaman "volteadores". Aquí se colocaban y volteaban las piedras para su repicado cuando los surcos o estrías se desgastaban debido al roce entre ambas. La operación se hacía cada 5 - 10 días.
La presa del molino es bastante amplia y el agua entraba al interior de la caldera por el cárcava o bóveda del centro, de compuerta basculante y tamaño superior al resto. En su inicio el molino fue construido con cuatro cárcavos y sus correspondientes piedras molturadoras. En el año 1773 don José Dañino lo amplió a 8 piedras, quedando el molino con 8 arquerías, cuatro pequeñas y otras cuatro de mayor tamaño. Se construía con "piedra ostionera" procedente de las canteras del Campo del Sur en la ciudad de Cádiz.
Cuando la caldera se llenaba y se abrían las compuertas, por diferencia de nivel el agua salía empujando las palas del rodezno que movía el resto de la maquinaria.
Un problema importante para la buena conservación de las calderas era el arrastre de sedimentos, tierras y avenidas proveniente de arroyos formados por la lluvia. Estos fangos y lodos se depositaban, tanto en las calderas como en los caños o esteros produciendo su colmatación. Este fenómeno de cegamiento de cauces y presa se paliaba mediante un vaciamiento rápido y violento de la caldera que abría rápidamente sus compuertas. Este método de limpieza era denominado "limpión".
La caldera nunca quedaba vacía. Ese gran estanque servía también como estero para la cría de peces, principalmente mujoles (lisas).
Vista durante la bajamar de todo el espacio que ocupaba la caldera. Era necesario una gran capacidad de almacenamiento para tener funcionando ocho piedras a la vez.
En la bajamar vemos mejor como todo el exterior constituía un amplísimo embarcadero que servía para la descarga del grano y carga de la harina en los candrays o faluchos.
En el límite suroeste del recinto hay un conjunto de 6 tinajas de barro que servían para el almacenaje de agua potable. El agua de lluvia era recogida en el tejado y llevada a estos recipientes mediante canaletas de barro vidriado que los comunicaban entre si.
En uno de sus muros exteriores tiene adosado un aljibe. El aljibe era un elemento imprescindible para el necesario aprovisionamiento de agua potable. El uso de pozos no era muy viable debido a la mayoría de los casos de la inexistencia de una capa freática no salobre, por lo que solo queda la alternativa de la recogida de aguas pluviales. También debido a la salubridad de la tierra los aljibes se colocaban sobre el suelo y nunca subterráneo como los de ciudad.
Pascual Madoz en su Diccionario Geográfico (1846) cuando describe el camino del arrecife de Cádiz a San Fernando dice: “El segundo trozo, que forma con el primero un ángulo de más de 100º, sigue desde Torre-gorda hasta la entrada de San Fernando, en la dirección casi de O á E.: a su izq. se hallan dos molinos harineros, llamados Santibáñez y San José, y 4 salinas, una de ellas destruida; y á su derecha el ventorrillo de Isabel, una salina, el molino harinero de San Miguel y la batería de artillería de Marina.”
El Molino Grande o de San José en el mapa de Fray Gerónimo de la Concepción (1690)
El molino de San José está situado en el término de la Isla de león (San Fernando), a la derecha del istmo que une las ciudades de San Fernando y Cádiz. Durante su historia el molino pasó mediante venta o arrendamientos por diferentes propietarios, destacando en 1772 D. José Dañino, que procedió a su reparación y amplió el número de piedras de cuatro a ocho, construyendo almacenes, hornos para el pan, casa, capilla con privilegio de oratorio público y oficinas, limpiando y ensanchando sus caños, esteros y caldera.
En 1890 solo funcionaba con 6 piedras y pertenecía por entonces a los herederos de don Francisco Lobo, estando arrendado a don Francisco Rodríquez Balbás. El molino estuvo funcionando hasta los años 40 del pasado siglo XX.
Fachada principal del Molino de San José
Encontramos tres vanos de estilo barroco, fabricado el jambaje en piedra de cantería y adornados con rosetas y otros motivos arquitectónicos.
La del centro era la entrada principal al recinto del molino.
A la izquierda estaba situada la entrada a la capilla que tenía privilegio de oratorio público. En la parte superior hay labrada una cruz cristiana.
A la derecha tenemos la puerta que daba acceso a las oficinas.
Entramos en el recinto del molino. Aquí estaba la sala de molienda donde se trituraba el grano .
Vista desde el extremo opuesto. Se pueden ver ruedas de molinos reutilizadas como solería cuando debido a su desgaste ya no eran funcionales.
Dentro del recinto se pueden ver en el suelo una serie de aberturas. Son los "escotillones".
A través de ellas se accionaban las compuertas que daban salida al agua. También servían para acceder hasta el rodete para ajustarlo, repararlo o retirarlo.
Justo en el centro, hay una abertura mas grande y que corresponde a la compuerta de llenado de la caldera. Esta solía ser de tipo basculante en una sola dirección.
Vemos a nuestra izquierda unas estructuras.
Se llaman "volteadores". Aquí se colocaban y volteaban las piedras para su repicado cuando los surcos o estrías se desgastaban debido al roce entre ambas. La operación se hacía cada 5 - 10 días.
La presa del molino es bastante amplia y el agua entraba al interior de la caldera por el cárcava o bóveda del centro, de compuerta basculante y tamaño superior al resto. En su inicio el molino fue construido con cuatro cárcavos y sus correspondientes piedras molturadoras. En el año 1773 don José Dañino lo amplió a 8 piedras, quedando el molino con 8 arquerías, cuatro pequeñas y otras cuatro de mayor tamaño. Se construía con "piedra ostionera" procedente de las canteras del Campo del Sur en la ciudad de Cádiz.
Los tajamares son escalonados por esta cara.
Durante la pleamar el agua del caño entraba por el cárcavo y procedía a llenar la caldera al otro lado de la presa.
La caldera, al otro lado de la presa. En la mayoría de los casos se aprovechaba un ensanchamiento del caño pero otras eran construidas artificialmente.
Entrada del agua a la caldera durante la pleamar.
Cuando la caldera se llenaba y se abrían las compuertas, por diferencia de nivel el agua salía empujando las palas del rodezno que movía el resto de la maquinaria.
Un problema importante para la buena conservación de las calderas era el arrastre de sedimentos, tierras y avenidas proveniente de arroyos formados por la lluvia. Estos fangos y lodos se depositaban, tanto en las calderas como en los caños o esteros produciendo su colmatación. Este fenómeno de cegamiento de cauces y presa se paliaba mediante un vaciamiento rápido y violento de la caldera que abría rápidamente sus compuertas. Este método de limpieza era denominado "limpión".
La caldera nunca quedaba vacía. Ese gran estanque servía también como estero para la cría de peces, principalmente mujoles (lisas).
Vista durante la bajamar de todo el espacio que ocupaba la caldera. Era necesario una gran capacidad de almacenamiento para tener funcionando ocho piedras a la vez.
La cara exterior de la presa y sus cárcavos durante la pleamar.
En la bajamar vemos mejor como todo el exterior constituía un amplísimo embarcadero que servía para la descarga del grano y carga de la harina en los candrays o faluchos.
En el extremo oeste del recinto todavía podemos ver las ruinas de los que fue el almacén del grano.
En el límite suroeste del recinto hay un conjunto de 6 tinajas de barro que servían para el almacenaje de agua potable. El agua de lluvia era recogida en el tejado y llevada a estos recipientes mediante canaletas de barro vidriado que los comunicaban entre si.
Muy cerca se encuentra esta alberca circular que posiblemente servía también para almacenar el agua.
A escasos metros se encuentra un pozo con brocal de "piedra ostionera". El agua pierde parte de su salinidad al filtrase por la roca ostionera. Una vez en el interior del pozo, se produce una columna de agua dulce sobre una base salada por diferencia de densidad.
En una de las paredes del pozo se aprecia un conducto que podría servir para aportar mas agua del excedente de las tinajas. Posiblemente en la alberca también, pero al estar colmatada de tierra no he podido comprobarlo.
Podemos ver que a unos 200 metros se encuentra la casa salinera de San Miguel.
Nos acercamos a ver la casa salinera de San Miguel.
La casa salinera constituye uno de los elementos arquitéctonicos más importantes presentes en el Parque Natural Bahía de Cádiz. Forma parte de su paisaje y es una consecuencia de los modos de vida ligados a la explotación salinera. Estas construcciones además de servir como vivienda de la familia, también lo eran como graneros, cuadras, pajar y alojamiento de los trabajadores temporales.
En uno de sus muros exteriores tiene adosado un aljibe. El aljibe era un elemento imprescindible para el necesario aprovisionamiento de agua potable. El uso de pozos no era muy viable debido a la mayoría de los casos de la inexistencia de una capa freática no salobre, por lo que solo queda la alternativa de la recogida de aguas pluviales. También debido a la salubridad de la tierra los aljibes se colocaban sobre el suelo y nunca subterráneo como los de ciudad.
Canaleta por la que transcurría el agua de la lluvia tras deslizarse por las tejas y que era derivada hasta el aljibe.
Plano del Molino de San José realizado por ingenieros franceses a principios del siglo XIX.
Ortofoto actual del molino de San José.
El Plan General de Ordenamiento Urbano de San Fernando recoge al molino de San José en su Catálogo de Elementos Protegidos (Conjunto de Interés Patrimonial) con la categoría de Lugar de Interés Etnológico. Los molinos de Caño Herrera y Zaporito (también en San Fernando) han sido restaurados y puestos en valor al estar en zonas mas turísticas. Este molino es el más antiguo y el mas grande y aun conserva muchos elementos arquitectónicos de gran interés. Merece con creces que las autoridades locales tomen las medidas necesarias para su restauración o consolidación, antes que su progresivo deterioro llegue a un punto en que sea irrecuperable.
Que pena tanto abandono, incultura y dejadez. Francia haría con esto encaje de bolillos.
ResponderEliminarPoner en valor esto es enseñar nuestra historia y dar puestos de trabajo, culturizarnos y culturizar